LA PARUSÍA

Y fue transfigurado delante de ellos, y su rostro resplandeció como el sol, y sus prendas de vestir exteriores se hicieron esplendorosas como la luz.’’ —Mateo 17:2

Debido a que los tiempos señalados de las naciones no tienen ninguna relación con la destrucción original de Jerusalén a manos de los babilonios, la cronología que utiliza la Watchtower para calcular los siete tiempos no tiene ninguna validez. También se ha demostrado que la siega de los hijos del reino, la destrucción de la mala hierba y el juicio de la casa de Dios no ocurrieron durante el periodo 1914 – 1919.

La idea no es dudar por dudar, ni tampoco es nuestro objetivo ridiculizar el supuesto inicio de la presencia de Jesús como una enseñanza promovida por hombres carentes de amor por la verdad. Nadie debería aceptar la creencia de la Sociedad en 1914 basado únicamente en la sagacidad que ha tenido el ‘’esclavo fiel y discreto’’ en otros aspectos doctrinales que están fuera de toda duda. El determinar si una doctrina es verdadera o falsa, es simplemente un asunto de honestidad al razonar a partir de las escrituras. La misma Sociedad Watchtower alienta de vez de cuando a poner a prueba las ‘’expresiones inspiradas’’. Al hacer eso en este caso, llegamos a la inevitable conclusión de que la doctrina que nos habla de que la presencia de Cristo comenzó 1914 es falsa.

Debido al gran error en este tipo de cálculos, y debido a la terca insistencia por parte de los directivos de Betel a aferrarse a este monstruoso error, es nuestro deber; no solo rechazar tal enseñanza, sino también reconsiderar una vez más la supuesta parusía invisible de Jesús, y lo que ello implica. De hecho, el pastor Russell se refería a esto cuando hablaba de la forma y manera como regresaría nuestro Señor.

Podemos afirmar categóricamente que las Escrituras nunca enseñan de manera implícita o explicita que la vuelta de Jesús sea un evento completamente invisible para los seres humanos. Este es un dogma que, por mucho tiempo, los testigos de Jehová han considerado como una verdad bíblica incuestionable.

En este capítulo se presentan argumentos que prueban que habrá una manifestación visible de Jesús cuando él vuelva. Después de todo Jesús siempre ha estado de manera invisible con sus seguidores. Eso lo dejo claro cuando dijo: ‘’ ¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas.’’ Por lo tanto, utilizando únicamente ese texto como base, podemos llegar a la conclusión que la parusía debe ser algo profundamente más significativo que el hecho de que Jesús esté con sus seguidores en espíritu, ya que él siempre lo ha estado desde que ascendió a los cielos.

El secreto sagrado que eventualmente saldrá a la luz es que Jesús se mostrará visiblemente a los escogidos que estén vivos durante el día del Señor. Indiscutiblemente, la parusía debe culminar con nada menos que la manifestación gloriosa del Señor Jesús a los hijos del reino. Sin duda, la sola idea de que este encuentro sucederá, debe emocionar muchísimo a aquellos que tienen una esperanza celestial. Pero, ¿Cuál es la base bíblica para afirmar que un evento de tal magnitud ocurrirá?

PAROUSIA, EPIPHANEIA y APOKALYPSIS

Hay tres palabras griegas diferentes relacionadas con la segunda venida de Jesús. Como todos sabemos, la palabra ‘’parousia’’ significa ‘’presencia’’, y ha sido correctamente vertida así por la Traducción del Nuevo Mundo. La palabra parousia aparece 13 veces fuera de los evangelios en conexión con Cristo en las escrituras griegas cristianas. (La palabra parousia también aparece en otros lugares sin tener relación con el señor Jesús).

Otra palabra griega relacionada es ‘’epiphaneia’’, de la cual se deriva la palabra española ‘’epifanía’’. El término ‘’epiphaneia’’ aparece 8 veces en las escrituras relacionado con Cristo Jesús y no solo se usa con referencia al tiempo en que Jesús estuvo en la Tierra o al periodo después de su resurrección en que se hizo manifiesto a sus seguidores, sino que se usa más comúnmente en relación con su parusía. ‘’Epiphaneia’’ significa literalmente ‘’aparición’’, y como es obvio, Jesús se manifestó visiblemente a sus discípulos de diferentes maneras. Pero, ‘’epiphaneia’’ también tiene relación con algo o alguien que posee luz, ya que se deriva del verbo griego ‘’epiphaino’’ que significa ‘’brillar’’ lo que sugiere una gloriosa y brillante aparición, es decir, una sobrecogedora epifanía para cualquiera que esté contemplando.

‘’Epiphaneia’’ ha sido vertida correctamente como ‘’manifestación’’ por la Traducción del Nuevo Mundo.  Por ejemplo, en 2 Tesalonicenses 2:8, Pabló escribió acerca de la ‘’epiphaneia’’ de la ‘’parousía’’ del Señor o ‘’la manifestación de su presencia’’, traducida alternativamente como el ‘’resplandor de su venida’’ por la versión Reina Valera de 1960.

Otro término griego conexo es ‘’apocalypsis’’, el cual es transliterado como ‘’apocalipsis’’. Este término significa el develamiento o revelación de algo previamente escondido. También puede dar a entender una manifestación literal o una aparición visible. La Traducción del Nuevo Mundo vierte el término ‘’apocalypsis’’ como revelación. La palabra ‘’apocalypsis’’ aparece 18 veces en las escrituras griegas cristianas, pero no siempre en relación con la revelación de Cristo Jesús. También hay palabras derivadas del término, tales como “apokaluptetai’’, lo cual significa ‘’revelado’’ o ‘’apokaluyin’’, que significa ‘’revelación’’.

Teniendo en cuenta el significado de estos términos y el hecho de que los testigos de Jehová creen que la presencia de Jesús comenzó en 1914, surge la siguiente pregunta: ¿Qué enseña actualmente la Watchtower acerca de la manifestación y revelación de Jesucristo? Sorprendentemente, no mucho.

Aunque hay docenas de referencias y explicaciones de la palabra griega “parousía” en la literatura de la Watchtower, la Sociedad solo ha mencionado unas pocas veces durante los pasados 50 años el término griego relacionado epiphaneia. No se le da especial importancia ni a la manifestación ni a la revelación de Jesús, ya que se cree que la revelación y el día de Jesucristo comenzaron en 1914. Debido a su mala aplicación, omisión, falta de claridad o simplemente su falta de énfasis en el significado de epiphaneia y apokalypsis, la Watchtower ha relegado lo que se presenta claramente en la Biblia como la aparición gloriosa de Cristo y su revelación a algo de poca importancia.

Una cuestión vital a considerar, sin embargo, es cuando, en relación con la parusía, se da la epiphaneia y el apokalypsis y si hay una diferencia significativa entre la presencia, la manifestación y la revelación de Cristo.

Como es de esperarse, la Sociedad tiene opiniones contradictorias al respecto. Por ejemplo, la siguiente declaración apareció en el número del 15 de febrero de 1955 de la revista La Atalaya en inglés donde se declaraba que la epifanía había ocurrido en 1918:

“Después de expulsar a sus enemigos de los cielos Jesús dirigió su atención a sus seguidores en la tierra; tanto aquellos que estaban durmiendo en la muerte, como a aquellos que estaban vivos a fin de proceder con su epiphaneia o “manifestación”. Los hechos históricos indican que tal y como Cristo fue al templo tres años y medio después que él vino como el Mesías; de igual manera, en 1918, tres años y medio después que su presencia inició, él vino a su templo espiritual para juzgar y para recompensar a sus esclavos.”.

Por supuesto, la Watchtower no tiene ninguna evidencia de ningún “hecho físico” que apoye la afirmación de que Cristo se hizo manifiesto invisiblemente en 1918. Indudablemente, debido a eso la Sociedad se ha alejado sutilmente de esa posición insostenible y absurda (sin renunciar a su punto de vista erróneo), de modo que ahora enseñan que la manifestación de Jesús tendrá lugar cuando el Señor destruya a la cristiandad; y, sin embargo, de nuevo, no de dan importancia especial al significado subyacente de epiphaneia. Básicamente esa organización enseña que la parusía de Jesús se desarrolla en tres etapas, empezando con la presencia invisible de Jesús, seguida de una nebulosa revelación, y terminando con una indistinta e invisible manifestación.

Pero la pregunta que los Testigos de Jehová deberían hacerse es la siguiente: ¿es razonable que una presencia invisible en curso culmine en una manifestación invisible o una revelación invisible de lo que antes estuvo oculto? La respuesta debería ser obvia para cualquiera que esté dispuesto a razonar de manera honesta sobre los hechos presentados. En realidad, la doctrina de la presencia y/o manifestación y/o revelación invisible no es otra cosa más que un truco mágico e interpretativo que le permite a los líderes de Betel continuar con sus ridículas enseñanzas a fin de evitar encarar la realidad ante sus confiados e ingenuos feligreses.

Otra pregunta importante a considerar es: ¿qué justificación existe para dividir “el día del Señor” en tres fases? ¿Señalan las Escrituras que la parousia, la epiphaneia, y el apokalypsis se manifestarán en tres etapas diferentes? Y si así es, nos preguntamos, ¿Transcurren décadas -o incluso más de un siglo- desde que inicia la parusía hasta que sucede la epiphaneia de Jesús? No necesitamos ser muy inteligentes para sacar nuestras propias conclusiones.

A continuación, presentamos algunos textos que aparecen en las cartas apostólicas, y que nos hablan de la presencia, manifestación y revelación de Cristo Jesús.

‘’Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de alborozo —pues, de hecho, ¿no lo son ustedes? — delante de nuestro Señor Jesús al tiempo de su presencia?’’ (1 tesalonicenses 2:19).

‘’Al contrario, sigan regocijándose por cuanto son partícipes de los sufrimientos del Cristo, para que también durante la revelación de su gloria se regocijen y se llenen de gran gozo.’’ (1 Pedro 4:13).

‘’Además, que el Señor los haga aumentar, sí, que los haga abundar, en amor unos para con otros y para con todos, así como nosotros también lo hacemos para con ustedes; a fin de que él haga firmes sus corazones, inculpables en santidad delante de nuestro Dios y Padre al tiempo de la presencia de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.’’ (1 Tesalonicenses 3:12 – 13).

‘’A vista de Dios, que conserva vivas todas las cosas, y de Cristo Jesús, que como testigo hizo la excelente declaración pública delante de Poncio Pilato, te doy órdenes de que observes el mandamiento de manera inmaculada e irreprensible hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Esta [manifestación] la mostrará a los propios tiempos señalados de ella el feliz y único Potentado, [él] el Rey de los que reinan y Señor de los que gobiernan como señores…’’ (1 Timoteo 6:13 – 15).

‘’En este hecho ustedes están regocijándose en gran manera, aunque ahora, por un poco de tiempo, si tiene que ser, han sido contristados por diversas pruebas, a fin de que la cualidad probada de su fe, de mucho más valor que el oro que perece a pesar de ser probado por fuego, sea hallada causa de alabanza y gloria y honra al tiempo de la revelación de Jesucristo. Aunque ustedes nunca lo vieron, lo aman. Aunque ahora no están mirándolo, sin embargo, ejercen fe en él y están regocijándose en gran manera con gozo inefable y glorificado’’. (1 Pedro 1:6 – 8)

‘’…de modo que no se quedan atrás en ningún don, mientras aguardan con intenso anhelo la revelación de nuestro Señor Jesucristo. Él también los hará firmes hasta el fin, para que no estén expuestos a ninguna acusación en el día de nuestro Señor Jesucristo.’’ (1 Corintios 1:7 -8).

‘’Ejerzan paciencia, por lo tanto, hermanos, hasta la presencia del Señor. ¡Miren! El labrador sigue esperando el precioso fruto de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la lluvia tardía. Ustedes también ejerzan paciencia; hagan firme su corazón, porque se ha acercado la presencia del Señor.’’ (Santiago 5:7 – 8).

‘’Ahora, pues, hijitos, permanezcan en unión con él, para que cuando él sea manifestado tengamos franqueza de expresión y no se nos haga apartarnos de él avergonzados al tiempo de su presencia.’’ (1 Juan 2:28).

‘’Solemnemente te encargo delante de Dios y de Cristo Jesús, que está destinado a juzgar a los vivos y a los muertos, y por su manifestación y su reino’’. (2 Timoteo 4:1).

‘’Porque, así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su propia categoría: Cristo las primicias, después los que pertenecen al Cristo durante su presencia.’’ (1 Corintios 15:22 – 23)

‘’…pero, a ustedes que sufren la tribulación, con alivio juntamente con nosotros al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.’’ (2 Tesalonicenses 1:7 – 8)

‘’…y nos instruye a repudiar la impiedad y los deseos mundanos y a vivir con buen juicio y justicia y devoción piadosa en medio de este sistema de cosas actual, mientras aguardamos la feliz esperanza y la gloriosa manifestación del gran Dios y de[l] Salvador nuestro, Cristo Jesús’’. (Tito 2:12 – 13).

‘’Por lo tanto, fortifiquen su mente para actividad, mantengan completamente su juicio; pongan su esperanza resueltamente en la bondad inmerecida que ha de ser traída a ustedes en la revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, dejen de amoldarse según los deseos que tuvieron en otro tiempo en su ignorancia’’. (1 pedro 1:13 – 14).

Al razonar a partir de las Escrituras, aunque en algunos casos parece haber diferencias sutiles, es evidente que la presencia, manifestación y revelación de Jesús son términos implícitamente intercambiables. Esto se convierte algo indiscutible cuando tenemos en cuenta el hecho de que el significado pretendido para los escritos de Pedro, Pablo, Santiago y Juan no se alteraría sustancialmente si se intercambiaran las palabras parousia, epiphaneia y apokalypsis y sus contrapartes equivalentes en español.

Por ejemplo, en 1 Pedro 1: 13-14 se exhorta a los cristianos a ser fieles y activos hasta la “revelación de Jesucristo”. Pero Pablo exhortó a Tito a esperar fielmente la “gloriosa manifestación” de Jehová y de su Cristo. Por otro lado, Santiago alienta a los hermanos a esperar pacientemente la parusía como el objetivo final, tal como lo hizo Pablo en 1 Tesalonicenses 3: 12-13. Y en 1 Juan 2:28, el anciano apóstol exhorta a los hijos de Dios a permanecer en unión con Jesús hasta que “él sea manifestado” para no ser avergonzados ante su presencia, sin hacer diferencia alguna entre el que Jesús sea hecho manifiesto y su presencia.

Es evidente que, en todos los ejemplos citados, la parousia, la epiphaneia, y el apokalypsis son presentados como el mayor objetivo a seguir; algo así como la meta o final de un largo camino seguido por aquellos cristianos que reciben el llamamiento celestial. Sin embargo, si la parusía comienza un siglo o más tiempo antes de la epiphaneia, o del apokalypsis, entonces difícilmente se podría considerar que la parusía es el fin de nuestra fe; y no debemos olvidar que, según las Escrituras, la parusía de Jesús es el fin de nuestra fe.

Dicho de otra manera, si los cristianos aguardan solo “hasta la presencia del Señor”, tal como escribió Santiago, ¿por qué han esperado los testigos de Jehová más de 100 años desde que se supone que empezó la presencia de Cristo? Mientras tanto, generaciones enteras han pasado y hasta ahora no ha habido una manifestación o revelación de Cristo.

‘’HASTA EL DÍA DE JESUCRISTO’’

Si reflexionamos profundamente acerca de este asunto, nos damos cuenta de que en Filipenses 1:6 Pablo menciona “el día de Jesucristo,” y lo asocia con el fin de un trabajo que comenzó en el primer siglo. Esto fue lo que él escribió: “Porque confío en esto mismo: que el que comenzó una buena obra en ustedes la efectuará cumplidamente hasta el día de Jesucristo”.

Es obvio que los cristianos de Filipo a quienes se dirigió esta carta no estarían vivos sobre la Tierra durante el día de Jesucristo. El “buen trabajo” iniciado por Jesús y sus apóstoles ha continuado por veinte siglos hasta nuestros días; de hecho, tal trabajo continuará hasta “el día del Señor”. Esto significa que el día de Jesucristo es el día o periodo de tiempo en que concluye el trabajo que tiene como propósito edificar y construir la congregación de aquellos destinados a reinar sobre la humanidad.

En vista de lo que hemos analizado hasta ahora, es evidente que durante el día de Jesucristo no continuará el proceso de llamamiento y selección de los hijos del reino y la predicación de las buenas nuevas. En efecto, las escrituras indican que, el día del Señor es el cumplimiento completo de ese proceso y por lo tanto este llegará a su fin.

Siendo ese el caso, aunque las cartas apostólicas no conectan directamente la parusía con el día de Jesucristo, tal como se indica en los textos que hemos citado y que nos hablan de la presencia de Jesús, la parusía se nos muestra como el fin de la era cristiana en sí, no como otro periodo de tiempo que no parece tener fin caracterizado por la predicación de las buenas nuevas y el hacer discípulos.

Sin embargo, en uno de sus escritos, el apóstol Pablo sí hace una conexión entre la revelación de Jesús y el “día de nuestro Señor Jesucristo”. Esto fue lo que él escribió a la congregación de Corinto: “Mientras aguardan con intenso anhelo la revelación de nuestro Señor Jesucristo. Él también los hará firmes hasta el fin, para que no estén expuestos a ninguna acusación en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por quien fueron llamados a [tener] participación”. (1 Corintios 1:7 – 9)

Aclarando aún más este asunto, podemos decir que el texto supracitado nos dice que los cristianos son hechos firmes hasta el fin. El fin mencionado en este texto se refiere a la revelación de Jesús y su día. Sin embargo, en 1 de Tesalonicenses 3:13 Pablo exhorta a sus hermanos a permanecer firmes y sin tacha hasta el fin; solo que, en esta ocasión, en vez de usar la palabra “apokalypsis” o “el día de Jesucristo,” el apóstol usa la palabra “parousia”. Esa es la razón por la que decimos que estos términos son intercambiables, y que el día de Jesucristo es la terminación de un largo periodo en que los cristianos con esperanza celestial han estado bajo intenso escrutinio. Cuando llega el día de Jesucristo, ellos ya no tienen necesidad de seguir demostrando que son dignos de alcanzar el llamamiento celestial.

La presencia, revelación o manifestación de Jesús significará que los cristianos ungidos ya no necesitarán esperar pacientemente con fe, pues la parusía es el tiempo en que aquellos que han sido llamados a ser copartícipes de la gloria de Jesús son aceptados o rechazados como herederos del reino de los cielos. A partir de entonces, ellos ya no estarán ‘’expuestos a ninguna acusación en el día de nuestro Señor Jesucristo.’’

Debido a que Satanás es el ‘’acusador de nuestros hermanos’’, quien los acusa día y noche delante de Jehová hasta que finalmente es expulsado de las cortes celestiales, el día de Jesucristo debe comenzar inmediatamente después de que el acusador es arrojado del cielo a la Tierra. Es por esto que ya no se puede acusar nunca más a los hermanos de Cristo, debido a que Satanás ya no tendrá acceso al cielo para acusarlos delante de Jehová.

Aún si consideramos que no existen diferencias sustantivas entre los términos griegos que hemos analizado, ¿Qué base bíblica tenemos para creer que el glorificado Jesucristo en algún momento del futuro se manifestará visiblemente a simples mortales terrestres?

COMO UNO NACIDO PREMATURAMENTE

Después de ser resucitado de entre los muertos, Jesús se manifestó primero a María, y bondadosamente le pidió que dejara de aferrarse a él, hasta el día en que él volviera a su Padre. También le ordenó que avisara a Pedro y al resto de sus discípulos que él estaba vivo, y que pronto se manifestaría ante ellos. En ese sentido Jesús estaba presente, aunque no se había manifestado visiblemente de manera inmediata ante sus seguidores. Gradualmente, y durante el periodo de cuarenta días en que Jesús permaneció en la Tierra antes de su partida a las regiones celestiales, Jesús hizo visible su presencia de varias maneras.

Primeramente, se manifestó como un extraño ante dos de sus discípulos que caminaban distraídos, y los amonestó llamándolos insensatos y lentos en cuestiones de fe. Después se manifestó en un cuarto donde estaban reunidos algunos de sus seguidores (a pesar que la puerta de la casa estaba cerrada). Posteriormente se manifestó en otra reunión de sus seguidores, y censuró a Tomás por su incredulidad. En Juan 21:1, el apóstol Juan menciona otra aparición de Jesús, y usa el término “epiphaneia”, al decir: “Después de estas cosas Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberíades; pero hizo la manifestación de esta manera”.

En otra de sus apariciones, Cristo censuró afablemente a Pedro por haberlo negado en tres ocasiones. Un común denominador que encontramos en las apariciones de Jesús es que éstas fueron utilizadas para censurar, instruir, exhortar, y fortalecer a sus discípulos. Finalmente, Jesús se manifestó ante 500 de sus seguidores antes de su ascensión a los cielos. Sin embargo, esa no fue su última epiphaneia.

Es evidente que el apóstol Pablo fue la última persona que vio al Cristo resucitado. Él mencionó su experiencia en la carta que escribió a los Corintios: “Porque les transmití, entre las primeras cosas, lo que yo también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue enterrado, sí, que ha sido levantado al tercer día según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, entonces a los doce. Después de eso se apareció a más de quinientos hermanos de una vez, de los cuales la mayoría permanece hasta ahora, pero algunos se han dormido [en la muerte]. Después de eso se apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles; pero último de todos también se me apareció a mí como si fuera a uno nacido prematuramente”. (1 Corintios 15:3-8)

Pablo no solo fue el último ser humano que vio a Jesús, sino que también ha sido el único hombre que ha visto a Jesús después de su ascensión al Padre. María, Pedro y los demás apóstoles, así como las 500 personas que vieron a Jesús ascender al cielo vieron a un Jesús materializado, pues en diferentes ocasiones él les recordó que era carne. No obstante, Pablo no vio a un Jesús materializado en forma de hombre. Lo que Pablo vio fue una gran ráfaga de luz divina; él vio Jesús en la forma en la que existe hoy en día, como un glorioso y transfigurado ser espiritual. No hay duda que él tuvo un encuentro cercano con la creación más gloriosa del universo. Como resultado de tal encuentro, Pablo quedó ciego, y por tres días no comió ni bebió nada.

Pero, ¿Qué significado tiene esta experiencia? ¿Qué quiso decir Pablo cuando afirmó que él era como alguien que había nacido prematuramente? La Sociedad Watchtower nos dice que Pablo recibió una visión de lo que es la vida celestial. Pero, ¿Es razonable pensar eso? Por ejemplo, el apóstol Juan tuvo una visión de lo que es la vida en los cielos; de hecho, él tuvo el privilegio de ver a Jehová y a Cristo Jesús, y también vio a 144000 hombres de pie sobre el celestial Monte Sión; y, sin embargo, él no describe su experiencia como la de un ser que nació prematuramente. Es bueno notar que la experiencia de Pablo no fue un sueño o una visión inspirada; tal y como lo fue la experiencia de Juan y otros profetas. No, Pablo vio literalmente al glorificado Jesucristo. Esa es la razón por la que en una de sus cartas nos dice: “¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús nuestro Señor?” (1 Corintios 9:1).

Debido al hecho que Cristo se le apareció a Saulo de Tarso, pero los hombres que lo acompañaban no pudieron ver la luz, ni fueron cegados por la gloriosa manifestación de Jesús, esta experiencia sirvió como una muestra anticipada – no de la gloriosa recompensa de la vida celestial – sino de la epiphaneia que tendrá lugar durante la parusía. Pablo experimentó de manera anticipada lo que experimentarán los elegidos que aún se encuentren sobre la Tierra durante la íntima manifestación de Jesús en gloria.

Fue en ese sentido que Pablo experimentó un nacimiento prematuro. Los ungidos también tendrán un nacimiento, ya que, para ese momento, habrán nacido por completo de nuevo debido a que serán glorificados de una forma similar a como fue glorificado Cristo Jesús. No hay duda que esa será la revelación de una nueva creación. Pablo también hizo mención de la futura manifestación de los hijos del reino que han nacido de nuevo, y la conexión que ellos tienen con Cristo: “Porque ustedes murieron, y su vida ha sido escondida con el Cristo en unión con Dios. Cuando el Cristo, nuestra vida, sea puesto de manifiesto, entonces ustedes también serán puestos de manifiesto con él en gloria”. (Colosenses 3:3-4)

Y FUE TRANSFIGURADO DELANTE DE ELLOS

Considere por favor lo que Jesús dijo en lo referente a la llegada del reino de Dios: “Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del hombre cuando llegue en su gloria y en la del Padre y de los santos ángeles. Pero les digo verdaderamente: Hay algunos de los que están en pie aquí que de ningún modo gustarán la muerte hasta que primero vean el reino de Dios”. (Lucas 9:26-27)

“Algunos de los que están en pie aquí” resultaron ser Pedro, Santiago, y Juan. Aproximadamente una semana después que pronunció esas palabras, Jesús condujo a tres de sus apóstoles a la cima de una montaña. El relato nos dice lo siguiente:

“Y fue transfigurado delante de ellos, y su rostro resplandeció como el sol, y sus prendas de vestir exteriores se hicieron esplendorosas como la luz. Y, ¡mire!, se les aparecieron Moisés y Elías, que conversaban con él.’’ (Mateo 17:2-3).  Esta gloriosa transfiguración de Jesús prefiguró la llegada de Cristo en su reino. Por medio de esta transfiguración, los apóstoles se dieron cuenta de la realidad del reino de Dios de una forma vívida.

Muchos años después, el apóstol Pedro mencionó la experiencia que él tuvo, y explicó lo que ésta significaba, diciendo: “No, no fue siguiendo cuentos falsos artificiosamente tramados como les hicimos conocer el poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo, sino por haber llegado a ser testigos oculares de su magnificencia. Porque él recibió de Dios el Padre honra y gloria, cuando palabras como estas le fueron dirigidas por la magnífica gloria: “Este es mi hijo, mi amado, a quien yo mismo he aprobado”. Sí, estas palabras las oímos dirigidas desde el cielo mientras estábamos con él en la santa montaña”.

Pedro nos dice que la transfiguración está ligada al poder y la presencia (parusía) de nuestro Señor Jesucristo. El apóstol continúa diciendo: “Por consiguiente, tenemos la palabra profética [hecha] más segura; y ustedes hacen bien en prestarle atención como a una lámpara que resplandece en un lugar oscuro, hasta que amanezca el día y el lucero se levante, en sus corazones”. (2 Pedro 1:16-19)

Las cartas de Pedro establecen que la transfiguración es la pieza central en el desarrollo de la palabra profética de Dios. Esto se debe a que el pleno cumplimiento de la visión profética de Dios durante la parusía de Jesús resultará en la plena y completa iluminación de la congregación cristiana. Esa es la razón por la cual Pedro compara la palabra profética de Dios con una lámpara que brilla en un lugar oscuro. Según la ilustración, una vez que la presencia de Jesús sea una realidad, la oscuridad de la noche será reemplazada por un nuevo “amanecer”; y, por lo tanto, ya no será necesario “seguir prestando atención” a la “lámpara que brilla en el lugar oscuro”. Durante el amanecer del reino de Dios “el lucero de la mañana” se levantará en el corazón de los ungidos; lo que significa que ellos por fin habrán obtenido su recompensa al tener una iluminación plena y una entrada garantizada al reino de los cielos.

Debido a ello, surge esta pregunta: si la presencia de Jesús comenzó en 1914, ¿Significa eso que el nuevo amanecer ya ha sucedido, y que los cristianos ungidos de la actualidad están siendo iluminados por el simbólico lucero de la mañana que Jesús hace que se levante en su corazón? Por increíble que parezca, la Sociedad Watchtower nos dice que sí. Esto es lo que nos dice un artículo publicado el 1 de abril del año 2000:

“El Lucero ya se ha levantado… Es una gran bendición saber que, en 1914, Jesucristo, el Lucero, se levantó en todo el universo y empezó a cumplir la visión de la transfiguración. El Lucero de Jehová está ahora presente, listo para llevar a cabo el propósito de Dios en cumplimiento adicional de la transfiguración: “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso’’… Hasta que venga ese grandioso día, sigamos andando en la luz divina prestando atención a la palabra profética de Dios.’’

Aunque esta declaración puede parecer convincente para muchos, esta enseñanza de la Sociedad Watchtower ni siquiera toma en cuenta el significado fundamental de la ilustración de Pedro. En su ilustración, el apóstol contrasta la oscuridad de la noche con la preciosa luz del día. Como todos sabemos, en la oscuridad de la noche la gente necesita de lámparas para alumbrar su camino; sin embargo, una vez que al amanecer aparece la luz del sol, ya no es necesario utilizar una lámpara para alumbrarnos.

La ilustración del apóstol menciona que la palabra profética de Dios – la cual reconoce a la transfiguración de Jesús como su parte más vital – nos sirve como una simbólica lámpara que nos ayuda a navegar a través de la oscuridad espiritual del mundo hasta que llega el amanecer de un nuevo día. La presencia radiante de Cristo será como la aurora resplandeciente de un nuevo día. El resplandor del amanecer del Reino trascenderá incluso la mismísima luz de la palabra profética de Dios, lo que dará fin al andar a tientas en la oscuridad iluminados por ella.

Esa es la razón por la cual se menciona a un simbólico lucero que se levanta en los corazones de los ungidos. Este lucero de la mañana que nace en el corazón de los hijos del reino simboliza la iluminación plena y completa que ellos obtendrán; una iluminación que no puede obtenerse ni siquiera a través del más diligente estudio de la Palabra de Dios, pues esta iluminación requiere una experiencia personal que implica experimentar en carne propia la gloria y la luz que emana de la presencia y manifestación de Cristo Jesús. Aparentemente “los reyes procedentes del nacimiento del sol” son los hijos del amanecer en cuyo corazón se ha levantado el lucero de la mañana; y como veremos más adelante, el que el lucero de la mañana se haya levantado en el corazón de los hijos del reino resultará en que ellos terminarán brillando con la misma intensidad del sol; tal como Cristo brilló durante su transfiguración.

La ilustración de Pedro nos dice que la noche terminará dando paso a un nuevo amanecer, y eso está en armonía con los hechos que hemos presentado hasta ahora. Además, esta es una prueba adicional que nos demuestra que la transfiguración o presencia de Jesús es el fin de la fe del cristiano, y no el inicio de una nueva época en que el cristiano debe esperar fiel y pacientemente hasta la llegada de otro día en el que Jesús habrá de manifestarse.

Es bueno enfatizar el hecho que el propósito de la profecía bíblica es el de conducir al cristiano a Cristo, pero una vez que Cristo vuelve en toda su gloria – como el sol de un nuevo día – la luz de la profecía habrá logrado su propósito, y será eclipsada por la luz y la iluminación que emanará del mismísimo Jesús. Por lo tanto, si la parusía de Cristo de verdad hubiera comenzado en 1914, ya no habría necesidad de seguir prestando atención a la palabra profética de Dios, lo cual, irónicamente, es el título del artículo de la Atalaya mencionado anteriormente.

Aunque la transfiguración de Jesús fue solo una visión, lo significativo de ese hecho es que Pedro, Santiago y Juan fueron testigos de la magnificencia del Señor; y tal como Pedro declaró después, el propósito de haber presenciado tal visión fue el de familiarizar a los demás hermanos con el poder y la presencia (parusía) de nuestro Señor Jesucristo.

La importancia del hecho de que tres de los apóstoles de Jesús presenciaron la transfiguración de Cristo no puede ser soslayada. El relato nos dice que ellos cayeron sobre sus rostros llenos de pavor. La plena manifestación de Jesús significará que los seguidores ungidos de Cristo que se encuentren vivos sobre la Tierra cuando dé inicio tal revelación, experimentarán en carne propia la parousia y la epiphaneia del Señor y serán testigos oculares de la presencia Jesús. Al igual que esos tres apóstoles, el resto ungido verá literalmente al Señor en toda su magnificencia y resplandor.

Tal vez un detalle aún más profundo e importante relacionado con todo esto -independientemente de lo gloriosa que pueda ser la manifestación visible de Cristo – es que la epiphaneia que encontramos en las Escrituras implica mucho más que la gloriosa revelación de Jesús. El secreto sagrado de Dios está íntimamente ligado a la semilla de la promesa mencionada en la Biblia, y eso significa que los hijos del reino también están destinados a manifestarse gloriosamente en la Tierra, a brillar junto con Cristo antes de su resurrección a la vida celestial.

El apóstol Juan, quien fue uno de los privilegiados al ver la transfiguración de Cristo en toda su gloria, escribió: “Amados, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sí, sabemos que cuando él sea manifestado seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es. Y todo el que tiene esta esperanza puesta en él se purifica a sí mismo, así como él es puro”.

Todos sabemos que los elegidos verán a Cristo, y que llegarán a ser como él una vez que sean reunidos con Jesús en los cielos. Pero si los cristianos han de manifestarse, y si han de ser copartícipes de la gloria del Señor, ¿Ante quién se manifestarán ellos?

Si volvemos por un segundo a la ilustración de la siega, leemos que Jesús concluyó su parábola diciendo: “Allí es donde será [su] llanto y el crujir de [sus] dientes. En aquel tiempo los justos resplandecerán tan brillantemente como el sol en el reino de su Padre”. Puesto que hemos presentado argumentos contra la idea que la siega ya ha acontecido, es obvio y evidente que nosotros creemos que el llanto y el crujir de dientes de aquellos que son expulsados del reino es un acontecimiento que se presentará en el futuro. Siendo ese el caso, nos preguntamos, ¿Qué significa la expresión “en aquel tiempo los justos resplandecerán tan brillantemente como el sol en el reino de su Padre”?

Actualmente, la Sociedad afirma que este evento tendrá lugar en un futuro, cuando los ungidos resplandezcan como el sol en el reino celestial. Sin embargo, como ya hemos afirmado, la manifestación gloriosa de los hijos del reino será visible en la Tierra. Esta revelación de los hijos de Dios implicará mucho más que el hecho de ser iluminadores del mundo, tal como el Señor Jesús exhortó a sus discípulos a ser. A continuación, veremos porque se hace semejante afirmación.

Desde el tiempo en que Jesús exhortó a sus discípulos en su Sermón del Monte a dejar que su luz iluminara a los demás hombres, aquellos que siguen a Cristo han servido como faroles y fuentes de luz en un mundo oscurecido espiritualmente. Pablo se refirió a esos hombres como brillantes iluminadores.

No obstante, en ningún momento Jesús o sus apóstoles se refirieron a los primeros cristianos como individuos que brillaban como el sol en el reino de Jehová. Existe una enorme diferencia entre la luminosidad del sol, y una simple llama que resplandece en una lámpara de aceite. Además, existen razones válidas para creer que la idea de ver cristianos brillando como el sol es mucho más que una simple metáfora o simbolismo.

Es evidente que la luz que reflejen aquellos que brillarán como el sol no será el resultado de leer mucho La Atalaya o la Biblia. El fenómeno que transformará a estos individuos en luminarias similares al sol ocurrirá cuando Cristo se revele personalmente a todos y cada uno de estos individuos, infundiendo en ellos el espíritu de Jehová, logrando así esta increíble metamorfosis. Este será un fenómeno físico y visible, el cual acompañará la gloriosa revelación de los hijos de Dios.

¿Acaso no es verdad que los apóstoles señalaron que en algún momento del futuro sucedería un acontecimiento especial en el que ellos serían glorificados junto con Jesús? ¿No es verdad que el rostro de Jesús brilló literalmente con la misma intensidad del sol durante su transfiguración? Es razonable inferir que, si los cristianos ungidos han de ser glorificados durante la presencia de Cristo, esta glorificación debe estar acompañada por un fenómeno similar al que vivió Jesús.

El apóstol Pablo escribió lo siguiente relacionado con la revelación -apokaluyin- de los hijos del reino: “Por consiguiente, estimo que los sufrimientos de la época presente no son de ninguna importancia en comparación con la gloria que va a ser revelada en nosotros. Porque la expectación anhelante de la creación aguarda la revelación de los hijos de Dios”. (Romanos 8:18-19)

Si Cristo y los otros hijos de Dios han de ser revelados gloriosamente ante la sufrida “creación” -los simples mortales que habitan la Tierra- y si antes de la revelación de los hijos de Dios que se encuentran en la carne se afirma que ellos están escondidos con Cristo, entonces podemos concluir que la revelación de los hijos de Dios será algo sumamente impresionante y sobrenatural.

Para sorpresa nuestra, parece ser que Betel comparte esta idea con nosotros. Tratando el tema de la revelación de los hijos de Dios, la revista La Atalaya, en su edición del 15 de septiembre de 1998 publicó lo siguiente:

‘’Primero tiene que ‘revelarse’ el resto de los “hijos de Dios” ungidos. ¿Qué implicará esa revelación? Al debido tiempo de Dios se hará evidente a las otras ovejas que se habrá ‘sellado’ finalmente a todos los ungidos y se les habrá glorificado para reinar con Cristo. Los “hijos de Dios” resucitados también serán ‘revelados’ cuando participen con Cristo en la destrucción del inicuo sistema de cosas de Satanás’’.

¿Cómo se ‘’hará evidente a las otras ovejas que se habrá ‘sellado’ finalmente a todos los ungidos y se les habrá glorificado para reinar con Cristo’’? El articulo no lo dice, pero la Biblia nos da una idea de cómo se llevará esto a cabo.

En su carta a los Corintos, Pablo habló de la ocasión en que Moisés bajó de la montaña después de haberse encontrado con Jehová, y después de haber recibido la Ley del Pacto, se nos dice que el rostro de Moisés emitía rayos como el sol. Aarón y los otros ancianos que esperaban a Moisés se impresionaron tanto que huyeron de él. Por un tiempo Moisés se vio en la necesidad de usar un velo mientras hablaba con los israelitas, pero se lo quitaba cuando hablaba con Jehová.

Con sus palabras Pablo da a entender que todos los ministros del Nuevo Pacto poseen la misma gloria de Moisés: “Y todos nosotros, mientras con rostros descubiertos reflejamos como espejos la gloria de Jehová, somos transformados en la misma imagen de gloria en gloria, exactamente como lo hace Jehová [el] Espíritu”. (2 Corintios 3:18).

Obviamente, ni Pablo, ni ningún ministro del Nuevo Pacto de aquel entonces emitía desde su rostro rayos de luz; tal como lo hizo Moisés. Sin embargo, es bueno reconocer que Pablo fue mucho más que un simple apóstol del primer siglo. Pablo fue uno de los más prolíficos redactores de la Palabra de Dios, y debido a que la Palabra de Dios es viva, podemos decir que Pablo continúa vivo por medio de sus escritos.

Por ejemplo, cuando trató el tema de la resurrección, Pablo se incluyó a sí mismo como uno que estaría vivo durante la presencia del Señor: “Porque esto les decimos por palabra de Jehová: que nosotros los vivientes que sobrevivamos hasta la presencia del Señor no precederemos de ninguna manera a los que se han dormido [en la muerte]”.

No es necesario decir que Pablo no se encuentra entre nosotros; tampoco es necesario decir que él no estará vivo al inicio de la parusía de Jesús. La razón por la cual él se refirió a sí mismo como uno que estaría vivo durante la presencia de Jesús revela que muchos de los escritos de Pablo son proféticos, y es como si él estuviera vivo durante la parusía explicando el significado de tales escritos.

Puesto que el propósito del Nuevo Pacto es producir una simiente real que resultará en la eventual bendición de todas las naciones del mundo, es apropiado que los ministros del Nuevo Pacto sean revelados en gloria al tiempo que el Nuevo Pacto logra su objetivo; el cual traer a la existencia la nueva creación.

Sí, es evidente que el Nuevo Pacto llega su fin con el regreso de Jesús; pues según Pablo, la Cena del Señor en la que se consume vino y pan sin levadura que sirven como emblemas del Nuevo Pacto, habría de celebrarse hasta que él llegue. (1 Corintios 11:26)

Obviamente, la revelación de los hijos de Dios solo puede suceder en conexión con la revelación (apokalypsis) y la manifestación (epiphaneia) de Jesús mismo. Debido a que los hijos de Dios serán glorificados al tiempo de la manifestación de Jesús, podemos decir que “los que con rostros descubiertos reflejan como espejos la gloria de Jehová,” serán transformados cuando se alce la cortina, y ellos sean revelados como copartícipes y coherederos de Jesús en su gloria.

Debido a ello, Jesús se manifestará personalmente a los elegidos, y la manifestación de Jesús a la expectante y sufrida creación de Dios se llevará a cabo por medio de los glorificados hijos de Dios una vez que la siega haya llegado a su fin. Es en ese entonces cuando ellos “brillarán como el sol en el reino de su Padre”.

SU CARA ERA COMO LA DE UN ÁNGEL

Una experiencia similar a la de Moisés – cuando Moisés bajó de la montaña emitiendo rayos – sucedió en el primer siglo en conexión con el martirio de Esteban. El relato que encontramos en el libro de Hechos sirve como un poderoso modelo de cosas por venir. El relato nos dice que poco tiempo después del Pentecostés, el apóstol Pedro anunció que la profecía de Joel se había cumplido, y que los últimos días habían iniciado.

Sin embargo, el cumplimiento mayor y definitivo de la profecía de Joel tiene lugar durante los últimos días de este mundo; es decir, durante la conclusión de este sistema de cosas; tiempo que también es conocido como la siega. Es en ese tiempo cuando el espíritu de Dios será derramado por completo sobre los que para ese entonces serán los sellados y aprobados hijos e hijas de Jehová, y será en ese tiempo cuando ellos tendrán visiones proféticas y sueños; y obviamente, tendrán el entendimiento completo de lo que representan tales sueños y visiones.

Teniendo en cuenta lo anterior, nosotros leemos en el relato que Esteban estaba lleno del espíritu santo de Dios, y éste le permitía efectuar trabajos y portentos milagrosos que sus opositores judíos no podían negar ni desafiar. En ese sentido, Esteban tipifica a los glorificados hijos del reino. De manera muy significativa, nosotros leemos que, como resultado del poderoso testimonio de Esteban ante los incrédulos judíos, Esteban fue llevado ante el Sanedrín – la misma corte que anteriormente había condenado a muerte a Jesús -. El relato nos habla de un hecho muy significativo que ocurrió mientras él estaba en el Sanedrín: ‘’ Y mientras todos los que estaban sentados en el Sanedrín lo miraban con fijeza, vieron que su rostro era como el rostro de un ángel.’’

Después que Esteban les recordó los tratos que Dios había tenido con Israel, él condenó a los asesinos del hijo de Dios. El relato nos dice: “Pues bien, al oír estas cosas se sintieron cortados hasta el corazón, y se pusieron a crujir los dientes contra él. Mas él, estando lleno de espíritu santo, miró con fijeza al cielo y alcanzó a ver la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios, y dijo: “¡Miren! Contemplo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios”. Ante esto, ellos clamaron a voz en cuello y se pusieron las manos sobre los oídos y se precipitaron de común acuerdo sobre él. Y después de echarlo fuera de la ciudad, se pusieron a arrojarle piedras… Y siguieron arrojándole piedras a Esteban mientras él hacía petición y decía: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. (Hechos 7:54-60)

Nadie sabe a ciencia cierta cómo es la cara de un ángel. El relato del libro de Hechos no da detalle alguno sobre la cara de un ángel; sin embargo, si tomamos en cuenta que los ángeles con criaturas sobrehumanas que moran en las regiones celestiales, y que ellos de manera más directa experimentan la radiante e intocable luz proveniente del trono de Jehová, podemos comprender por qué los judíos opositores tuvieron una vislumbre de un ser celestial en la cara de Esteban, la cual reflejaba la gloria de la luz divina. Como todos sabemos, a pesar del luminoso rostro de Esteban, ellos lo mataron.

Después que Esteban dio su último testimonio ante los asesinos de Cristo, él contempló la gloria de Jehová en los cielos, y también vio a Jesús de pie a la diestra de Dios. En ese momento el experimentó una epifanía; es decir, él vio la gloriosa manifestación de Jehová y de Cristo Jesús. Sin embargo, los judíos que estaban a su lado no vieron nada. Aunque esta epifanía sucedió después que el rostro de Esteban empezó a brillar como la cara de un ángel; aun así, esta epifanía sirve como un modelo de lo que sucederá durante la glorificación de los hijos de Dios, una vez que ellos hayan sido testigos de la manifestación de Cristo.

Es muy significativo leer que los judíos, una vez enfurecidos, “comenzaron a crujir sus dientes” en contra de Esteban. Estos judíos parecen representar a los rechazados hijos del reino; aquellos hijos inicuos similares a la mala hierba que presumen ser judíos espirituales, pero que están destinados a llorar y a crujir sus dientes cuando los ángeles de Jesús los aten como si fueran manojos de espinos antes de su eventual destrucción. Al igual que Judas, estos hijos del inicuo traicionarán a los verdaderos hijos del reino. Tal como los judíos que asesinaron a Cristo perdieron la razón y se llenaron de odio y envidia cuando fueron condenados por Esteban después de su epifanía; de igual manera, muchos apóstatas testigos de Jehová jugarán un papel primordial en la persecución y martirio de los verdaderos hijos de Dios después que ellos hayan sido revelados y glorificados.

Otro modelo de cosas por venir que encontramos en el relato de Esteban tiene que ver con el testimonio que darían los cristianos ungidos ante las autoridades del mundo. Jesús predijo que sus seguidores serían movidos por el espíritu santo para dar un testimonio final durante la conclusión de este sistema de cosas. El impresionante testimonio y martirio de Esteban son un modelo de acontecimientos que revela la naturaleza condenatoria del mensaje que darán los dos testigos de Jesús antes de su ascensión al cielo.

También, el hecho que Esteban pidió a Jesús que recibiera su espíritu en el momento que estaba siendo asesinado nos dice que los santos y mártires de Jesús serán resucitados y por lo tanto transformados inmediatamente en espíritus inmortales -en un abrir y cerrar de ojos – tal como Pablo escribió. Por supuesto, Esteban sabía que él no iba a ser resucitado inmediatamente a la vida celestial. De hecho, el relato nos dice que él se durmió en la muerte después de pronunciar sus últimas palabras.

Sin embargo, los glorificados hijos de Dios que brillarán como el sol durante la conclusión de este sistema de cosas, tendrán el privilegio de ser transportados inmediatamente a las regiones celestiales, y ver cómo Jesús recibe su espíritu en el momento en que son asesinados.

Finalmente, y debido a que numerosas personas creen el disparate que Jesús es Dios, y con frecuencia citan el relato de Esteban como “prueba bíblica” que Jesús ocupa el lugar de Dios, y que no es solamente el mediador entre Dios y los hombres, nos vemos en la necesidad de mencionar ciertas cosas.

Dado el hecho que el martirio de Esteban es un drama profético que representa la epifanía y la primera resurrección, y debido a que el regreso de Jesús, con el propósito de reunir a sus elegidos, marca la conclusión del papel que Jesús juega como mediador del Nuevo Pacto, se hace evidente que una vez que Jesús se manifiesta a sus elegidos, y a su vez los elegidos son revelados a la creación – lo cual es simbolizado por la transformación del rostro de Esteban cuando pasó de ser un simple hombre y adquirió el semblante de un ángel – la relación de ellos con Jesús cambia.

A partir de ese momento Jesús ya no funge como mediador entre ellos y Dios. A partir de ese momento ellos llegan a ser iguales a Jesús; aunque obviamente, Jesús siempre será el primer y más importante hijo de Dios.

A partir de entonces, Jesús se convierte en su compañero; en su colega, y en su hermano mayor, pues de ahí en adelante ellos tendrán acceso directo a Jehová; el mismo acceso que Jesús siempre ha tenido; tal como lo revela el hecho que Esteban contempló directamente la gloria de Jehová, y vio a Jesús de pie a la diestra de Dios.

Esa es la razón por la cual a los elegidos se les llama hijos de Dios, y eso es lo que hace que el trato que les dé la gente durante su tribulación sea tan vital. Una vez que ellos son aceptados totalmente como hijos adoptivos de Dios empiezan a aplicar las palabras de Jesús respecto al trato para con sus hermanos, y es precisamente ese trato lo que determinará si las personas de las naciones son juzgadas como ovejas o cabras.